martes, 6 de diciembre de 2016

Agradecimientos.

En pleno siglo XXI nos encontramos ante una etapa de nuestra vida donde disfrutamos a tutiplén y sacamos el máximo partido de los avances y cambios con los que nos topamos en nuestro camino, pero, ¿Quién se para a pensar en quién dejó esos avances y cambios a nuestro alcance para nuestro disfrute? ¿Quién se preocupa en mostrar agradecimiento a todas las ayudas que recibimos a lo largo de nuestra vida?.
Para eso estoy aquí, no para escarmentar o criticar, sino para motivar e incentivar que lo que tenemos a día de hoy es gracias a personas que se molestaron en querer lo mejor para nosotros, y que la situación en que estamos, sea mejor o peor, viene dada por una serie de acontecimientos que experimentamos pero que con el paso del tiempo dejan de ser valoradas y pasan a la rutina de nuestra vida como una cosa más en la lista. El desarrollo de una persona se genera por experiencias que influyen de tal manera que hacen que sus ideas, pensamientos y preferencias sean de una forma o de otra, es decir, nosotros somos lo que somos ya que en distintas ocasiones de nuestra vida hemos sufrido la influencia de personas, en forma de consejos, apoyos y ayudas, queriéndonos facilitar nuestro camino, fabricando así nuestra persona. Pero hay un factor dependiente de nosotros mismos que en el transcurso de nuestra vida va quedando poco a poco aislado, la conciencia, esa sensación que en ocasiones hace que nos detengamos y reflexionemos ante lo que ha pasado, pasa o pasará; por consiguiente la falta de conciencia hace que no valoremos ni recordemos porqué hemos llegado hasta donde estamos y quiénes han conseguido empujarnos hasta aquí. El hecho de agradecer es una acción cíclica y continua, cuando le agradecemos a alguien que haya intervenido en nuestra vida, no solo satisfacemos la necesidad de hacérselo saber sino que, simultáneamente esa persona agradece el hecho de que lo tengamos en cuenta, creando un vínculo de satisfacción duradero en el que ambos salen ganando, esto aplicado a la vida real sería equivalente a aquellas situaciones en que hacemos favores a alguien que no puede realizarlos por sí mismo y que por su petición, aceptamos; una vez realizados esos favores el sujeto nos agradece el esfuerzo y la voluntad, mientras que nosotros al responder "de nada" estamos agradeciendo a esa persona que haya valorado nuestra acción, lo que va a provocar el agradecimiento va a ser que se quede presente en nosotros una muestra del esfuerzo ajeno que valoraremos, y que desembocará en una muestra de gratitud propia que devolveremos también con nuestro esfuerzo cuando a aquella persona le haga falta, no por deber nada a nadie, sino por conciencia propia.
¿Por qué dejamos de lado un principio tan gratificante?¿Cuesta mucho dar las gracias a aquellos o aquellas que nos ayudan a que nuestra vida sea mejor? Y aunque costara mucho ¿No merecería la pena el esfuerzo para ver felicidad tanto en nosotros como en los que nos rodean?
No es malo agradecer y valorar los actos de las personas, aunque sean mínimos, porque jamás será tanto el esfuerzo como la satisfacción y felicidad que nos proporcionará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario